17.11.09

hoy "El desafio de la Sibila y los Libros Sibilinos" de Ayelén D´Angelo para Fm 87,5 Programa "El Círculo"



La MUJER SIEMPRE A SIDO IMPORTANTE EN LA HISTORIA Y SOBRE TODO EN ESTA, EL “Alimento de mi boca de hoy” se llama “EL DESAFIO DE LA SIBILA Y LOS LIBROS SIBILINOS”.- Me presento ante ti, rey Tarquinio, para hacerte una oferta dijo la Sibila (imagen que se encuentra en la Capilla sixtina pintada por Miguel Ángel).

Quien había hablado así, sin preámbulos ni ceremonias, sin haber pedido siquiera permiso para hacerlo, era una anciana con un bastón. Los hombres que rodeaban al rey Tarquinio en la sede del Senado quedaron tan sorprendidos como él y sus guardias reaccionaron dirigiéndose hacia ella para apartarla.

- Soy Amaltea, la sibila de Cumas – dijo. A pesar de su vejez, la voz era firme y profunda. Avanzó con lentitud, entre dos filas de senadores. Sólo entonces se dieron cuenta los presentes que la seguían dos esclavas llevando un arcón agarrado por sendas asas. La anciana se detuvo a unos pasos del rey y e hizo un gesto las porteadoras. Ellas, entonces, dejaron el mueble en el suelo y levantaron la tapa. En el interior, había unos rollos.

- Te traigo mis libros. Apolo, a quien sirvo, me ha inspirado para verter en ellos mis oráculos. Darán respuesta a todos los desastres y penalidades que aflijan a los romanos durante siglos. Son nueve. Y son únicos. Si los quieres, dame el peso de mis esclavas en oro.

Taquinio, que hasta entonces no se había inmutado ni había dado ninguna señal de respeto ante la anciana, soltó una carcajada.

- Muy caros vendes tus oráculos, vieja – respondió, dejando traslucir su desprecio –. ¿Me crees tan ignorante para no saber que puedo encontrarlos en otra parte y más baratos?

La anciana no pareció ofendida. Sin dar la espalda a Tarquinio, hizo que sus esclavas sacaran del arca tres de los rollos y los depositaran en el suelo, entre el rey y ella. Luego, a otra señal, una de las muchachas abrió una cajita metálica que colgaba de una cadena. Sacó una brasa y la aplicó sobre los rollos hasta que éstos, hechos de hojas de palma, empezaron a arder.

- Te repito mi ofrecimiento, rey – dijo Amaltea cuando se hubieron consumido –. Si quieres mis libros, tendrás que darme el peso de mis esclavas en oro.

- Eres poco inteligente, creo – respondió Tarquinio –, pues tú misma destruyes los bienes que me pretendes vender. Estás vieja, Amaltea. Si antes tu precio ya era exorbitante, ahora que sólo tienes seis libros para vender, no encontrarás a nadie que lo pague. ¿Acaso te ha dicho alguien que el rey de Roma se ha vuelto loco, o que suele malgastar el dinero? No necesito tus libros ni me interesan por ese precio.

Surgió un murmullo entre los senadores que rodeaban al rey. ¿Qué gobernante en su sano juicio rechazaría un oráculo? Menos todavía el de la sibila cumana, la más prestigiosa entre todas. Y no ofrecía un oráculo para una sola consulta, con ser esto ya apreciable, sino ¡seis libros completos!

- Señor – dijo uno de sus consejeros, acercándosele al oído –, lo que Amaltea nos ofrece es un tesoro. Cualquiera de los monarcas vecinos lo compraría con gusto, pues no en vano proceden del mismo Apolo. Podríamos conocer sus oráculos sin necesidad de costosos y peligrosos viajes hasta Cumas. No necesitaríamos esperar días y días hasta que nuestros enviados fueran y regresaran con la respuesta. En casos de peligro el tiempo es muy valioso…

- ¡Calla! – Respondió Tarquinio, también en voz baja –. Quiero que esa mujer rebaje su precio. No voy a pagar tanto. Si me mantengo firme, cederá. ¿No ves que es una vieja? Y, además, en ningún momento ha dicho que fuera a ofrecerlos a nuestros enemigos.

Mientras se desarrollaba esa conversación, las esclavas de Amaltea habían apilado entre ésta y el rey otros tres rollos, y les estaban prendiendo fuego. El rumor en la sala era ya un clamor. Los senadores pedían a gritos a la anciana que se detuviera, pero ella, inflexible, dejó que las llamas devorasen los rollos por completo. Cuando eran ya cenizas, volvió a hablar señalando el arca.

- El peso de mis esclavas en oro, si quieres tener estos tres libros.

Tarquinio se levantó, enojado. ¿Cómo se atrevía esa vieja a hablarle así?

- ¡Ya basta! Pretendes burlarte, ofender mi majestad. Soy Tarquinio, ¿sabes? y los romanos me llaman el soberbio. No tolero a nadie que se coloque por encima de mí y no voy a hacer una excepción contigo.

Amaltea no respondió. Se limitó a hacer de nuevo la señal a sus esclavas, y ellas sacaron del arca los tres últimos rollos. El griterío en la curia se hizo insoportable, los senadores imploraban al rey que no cometiese la impiedad de permitir la quema de los últimos libros, pues sin duda era reprobable rechazar así la ayuda inestimable de los dioses, la voz misteriosa con la que comunicaban sus vaticinios a los hombres. El propio Tarquinio estaba sorprendido al ver la decisión de la sibila, la forma en que se comportaba.

- ¡Sea como tú quieres! – dijo cuando ya los rollos estaban a sus pies, sobre las cenizas de los anteriores. Y al momento ordenó que trajeran una gran balanza para pesar a las esclavas y que trajeran todo el oro exigido para pagar.

- Y dime, venerable anciana. ¿Para qué quieres todo ese oro? – preguntó el rey, cuando ya la anciana se disponía a abandonar la sede del senado.

- ¿Para qué lo querías tú? – respondió ella. Y le dio la espalda.

NOTA: Queridos amigos, éste episodio, seguramente legendario, tendría lugar durante el reinado de Tarquinio el Soberbio, que reinó entre el 535 y el 510 a.C., año en el cual fue expulsado de Roma y se fundó la república. Los libros sibilinos, en número de tres, eran consultados por unos sacerdotes especiales (10 primero, 15 después) cuando lo ordenaba el Senado. Se guardaban en el templo de Júpiter Optimus Máximus, donde los originales resultaron destruidos en un incendio. Se sacaron copias viajando a otros santuarios y oráculos y los nuevos libros se guardaron en el templo de Apolo en el Palatino hasta su definitiva destrucción en el año 408 d.C.
Obviamente, la puesta en escena es creación mía. No se sabe dónde se entrevistó la sibila con el rey, ni exactamente lo que hablaron, aunque sí que ella quemó los libros de tres en tres sin rebajar el precio.
"El Círculo, música, conceptos y voz"Nos podés escuchar de Lu a Vie
www.laprimeradeldial.com
www.ndradio.com.ar
www.elcirculo875.blogspot.com
www.ubikalo.com

Mail: ayelendangelo@yahoo.com.ar

No hay comentarios:

Publicar un comentario